Las cosas tienen la importancia que nosotros les damos y el valor que nosotros le queremos atribuir. El tiempo no marca la veracidad de los sentimientos, lo que los hace verdaderos son los actos. Que importa tener una fecha o un día si al fin y al cabo el resto del año nada es especial. Te pueden regalar mil cosas, escribir o prometer…pero todo pierde valor en el momento en el que no se cuida y cumple. Un simple abrazo, un beso y una caricia marcan un momento.
¿En qué mundo se volvió más importante lo que haces mal una vez, que lo que haces mil veces bien?
“El todo se forma por mil cosas y se rompe por una sola”…Así es la vida. De un instante a otro todo se va, con prisa. El tiempo huye y nosotros, sin percibirlo, también. Nos vamos corriendo por un sendero sin retorno.
Veo la vida como eso, un sendero sin fin pero a la vez efímero en el que no te puedes parar, en el que sigues y sigues corriendo. A veces te tropiezas, y te paras, pero el sendero sigue su viaje. Te lleva con él.
Puedes pasarte toda una vida mirando a la nada esperando que sea eterno, pero todo pasa, no lo ves, pero pasa. Pasa el tiempo y a la vez pasamos nosotros de largo.
Pasa la gente, viene y se va.
Pasan los instantes, tu juventud.
Todo pasa, corre, vuela;
como ese pez al que intentaste agarrar de pequeño en la playa pero se escurrió de tus manos.
Así que…si estás leyendo esto triste, desanimado, piensa: Vida solo hay una, y al fin y al cabo, uno solo somos nosotros. Pueden dejarte solo, pero no hay soledad más grande que la de perderse a uno mismo, porque si te pierdes tú…si te pierdes tú no te queda nada.
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